16/10/17

Mejor prevenir que curar


Cada vez que debaten temas relacionados a la sanidad de las abejas leo atentamente todos los comentarios y me llamo a silencio. En gran medida por respeto a los amigos que tienen dificultades. Para no parecer soberbio y porque al no tener problemas sanitarios, me siento como sapo de otro pozo. Me cuesta comprender como se puede llegar al extremo de tener como única opción curar contra varroa o quedarse sin colmenas.
Sin ánimo de confrontar ni aburrirlos deseo que conozcan mi opinión sobre el tema sanitario en las colmenas. Para mi los apicultores somos los responsables de la mayoría de las dolencias de las abejas, en especial por malos manejos que estresan a las colonias, y como lo manifestó uno de ustedes, los criadores de reina contribuyeron muchísimo al criar reinas fármaco-dependientes.
¡Siempre es mejor prevenir que curar!

Desde hace millones de años, antes de iniciarse la vida del hombre, las abejas ya sabían defenderse de las adversidades de la vida y en muchos lugares aun hoy viven sanas, vigorosas, en los huecos de los árboles o colgadas de las ramas, sin necesidad de la intervención del hombre para lo más mínimo. Parece ser que la intervención del hombre produjo el efecto contrario, criamos abejas fármaco-dependientes. Muy buen negocio para algunos pero muy malo para las abejas, los apicultores, y lo que es peor, malo para los que consumen los valiosos productos de la colmena, contaminados con las más diversas e inimaginables sustancias nocivas para la salud. Por suerte hoy el consumidor se defiende, rechaza este producto contaminado y sin darse cuenta, está defendiendo a la abeja del uso indiscriminado de drogas, y alimento chatarra. Muy pronto y para bien de la humanidad, el apicultor que no aprenda a realizar un manejo natural y ecológico de sus colmenas va a desaparecer con sus abejas.
Sin ánimo de polemizar, yo observo una actitud contradictoria en el manejo sanitario de la mayoría de los criadores de reinas. Por un lado buscan seleccionar colmenas resistentes a varroa, nosemosis, y otras enfermedades y sin embargo realizan tratamientos preventivos contra nosemosis y varroa. Le quitan a la abeja su capacidad innata de defenderse y vuelven cada vez más resistente a los protozoos y a los ácaros. No se puede seleccionar resistencia a las enfermedades y hacer simultáneamente tratamientos preventivos.
Varroa es por lejos el problema sanitario más importante de la apicultura mundial y cada vez resulta más difícil controlar la infesta porque la varroa adquieren resistencia a los fármacos y además, por contaminar la miel cada vez se restringe mas el uso de productos curativos, muy pronto no se va a poder usar ninguno.
Puede ser que el propóleos resulte efectivo en el control de varias afecciones de las abejas pero además de investigar seriamente en ese sentido, deberíamos buscar abejas resistentes a las enfermedades, especialmente a varroa.
Reflexiones finales

¿Cuán lejos estamos con nuestros manejos de las colmenas de la forma natural de criar que tiene la naturaleza? ¿Por qué no respetar la evolución natural que en millones de años seleccionó colonias adaptadas al medio, capaces de defenderse solas sin la ayuda del hombre, o como ya expresé, a pesar de la intervención del hombre? ¿Por qué no aplicar los descubrimientos del matrimonio Lusby y seguir investigando en la misma línea a fin de mejorar la apicultura? ¿No será que los apicultores sin darnos cuenta caemos inocentemente en las estrategias comerciales de quienes lucran con las enfermedades de las abejas?
Fuente consultada: Apicultura sin Fronteras

Apicultor, Ing. Vicente Giner

10/10/17

La contaminación ambiental dificulta el trabajo de las pecoreadoras.

Según diferentes estudios, los contaminantes del aire interactúan con los olores emitidos por las plantas, que los insectos polinizadores utilizan para localizar los alimentos necesarios y en consecuencia confunden a las abejas, lo que implica el aumento del tiempo de pecorea y disminuye la eficacia de la polinización.
Estas interacciones químicas con los contaminantes del aire disminuyen la “vida” de las moléculas aromáticas de las plantas y las distancias que recorren (en condiciones normales las corrientes de aire las pueden arrastrar cientos de metros).
“Cada insecto tiene un umbral de detección para ciertos tipos de olores y encuentran las fuentes de comida al pasar cerca de las áreas de alta concentración” señaló José Fuentes, profesor de Meteorología y Ciencias de la Atmósfera, de la Universidad de Pensilvania.
Los investigadores han intentado comprender cómo estas interacciones químicas, que comienzan con la presencia de contaminantes atmosféricos, afectarían la capacidad de las abejas para encontrar comida.
Primero calcularon los cambios en las concentraciones de aromas florales por las turbulencias del aire y las interacciones químicas utilizando una simulación por ordenador, lo que les permitió realizar un seguimiento de la concentración y el movimiento de múltiples columnas de olores de diferentes partes de flores a lo largo del tiempo.

Luego, los investigadores realizaron 90.000 simulaciones que representan los patrones de buscar comida y el movimiento de varias abejas en medio de diferentes niveles de olor modificados por la contaminación del aire y diluidos por la velocidad del viento.
Los investigadores comprobaron que por ejemplo, con 60 ppm (partes por mil millones) de los niveles de ozono, que la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos considera un nivel “moderado”, se producen los cambios químicos suficientes para confundir de forma importante a las abejas y obstaculizar su capacidad para identificar las columnas de aromas florales que necesitaban para localizar los alimentos.
Si en un entorno libre de ozono, el 20% de las pecoreadoras tardaron 10 minutos en encontrar una determinada molécula de aroma floral, cuando el ozono se elevó a solo 20 ppm, la misma cantidad de abejas tardó 180 minutos en encontrarlo.
Fuente: Portal Apicola

Apicultor, Ing. Vicente Giner

5/10/17

La Vitelogenina, Abejas gordas

 La importancia de la proteína en la Abeja.

Muchos  piensan que las reservas de proteínas para pasar el invierno quedan en forma de  polen en los panales, pero lo cierto es que las abejas no acumulan polen para más de 5 o 6 días de sus requerimientos, y en realidad, las reservas de proteínas de la colonia están en su organismo en forma de grasa. Se las denomina; proteínas corporales. Esto se hace principalmente en forma de un compuesto llamado vitelogenina.
Esto es así hasta el punto de que las abejas de primavera y de verano no tienen sus reservas de grasa desarrolladas, mientras que las de otoño acumulan en su tejido adiposo una importante cantidad de proteínas  con las que después de sobrevivir al invierno,  serán capaces de generar el alimento necesario para la alimentación de las primeras larvas de la primavera. Con esto queremos decir que aunque las abejas son viejas cuando llega la primavera,  son perfectamente capaces de asumir el papel de las nodrizas, incluso en ausencia de polen. Este fenómeno es posible sólo cuando las abejas pueden utilizar sus reservas de grasas  y las proteínas contenidas en sus cuerpos adiposos. De aquí, la principal importancia de la vitelogenina, que es la que permite desarrollar este comportamiento.

Resumiendo, el hecho de tener generosas reservas corporales de grasa, se traduce en una mayor resistencia a la invernada y en una mayor capacidad de producción de jalea real al inicio de la siguiente primavera por parte de las abejas viejas que han pasado el invierno. Por tanto, dicho de una manera banal, la clave del apicultor va a ser lograr tener “abejas gordas”.


Fuentes: Randy Oliver (California), biólogo e investigador


Apicultor, Ing. Vicente Giner