En todas las regiones del mundo, la
apicultura forma parte integral de la agricultura, ya sea como actividad
principal o complementaria. A menudo, se practica a pequeña escala y constituye
un modo de producción tradicional en numerosos países. El tamaño de las
empresas apícolas depende del contexto socioeconómico: en ciertos países,
bastan veinte colonias de abejas para la subsistencia de una familia completa,
mientras que, en otros, una sola empresa puede contar hasta con 2.000 colmenas.
La miel y la jalea real son un ejemplo de alimentos
de gran valor, fruto de las actividades melíferas. Además, las abejas tienen
una función preponderante en el equilibrio de los ecosistemas, puesto que son
las principales polinizadoras de las plantas, tanto silvestres como cultivadas,
y facilitan así su perennidad y la biodiversidad. Gracias a las abejas, el
hombre obtiene cosechas abundantes de frutas y verduras, lo que contribuye a la
seguridad alimentaria mundial.
La desaparición de este polinizador clave, ya sean
de cría o salvajes, representaría un desastre en términos biológicos,
agronómicos, medioambientales y económicos. Preservar la buena salud de estas
poblaciones de insectos polinizadores, que agrupa más de 17.000 especies
referenciadas, constituye un desafío sanitario crucial que merece toda la
atención de la comunidad mundial.
Es muy difícil diagnosticar y controlar las
enfermedades de las abejas melíferas que viven únicamente como colonias altamente
socializadas. Las observaciones clínicas y de diagnóstico son aún más
determinantes en este campo que para otras especies del reino animal.
A pesar de enfrentarse a grandes dificultades, se
observa que, pese a la función esencial de las abejas, se presta menos atención
a la apicultura que a otros sectores de la producción animal.
De hecho, la evolución de las prácticas agrícolas
tiene grandes consecuencias sobre las poblaciones de abejas e insectos
polinizadores silvestres. En casi todos los casos, las enfermedades de las
abejas son elementos agravantes de otros factores que contribuyen a la
destrucción de las colonias, como el uso no responsable de los pesticidas.
El incremento de las superficies cultivadas por
polinizar intensifica el recurso a la apicultura migratoria, lo que agrava las
dificultades de control de las enfermedades y favorece la transmisión de
enfermedades entre las colonias. Por su parte, el desarrollo de monocultivos
genera un empobrecimiento de las especies vegetales cultivadas y, por lo tanto,
de los nutrientes disponibles para las colonias. La contaminación
medioambiental, de todo tipo, también constituye una fuente de intoxicación
para las abejas y de debilitación de las colonias.
Esta situación se asocia con una falta de interés
de las empresas farmacéuticas, un arsenal terapéutico limitado, y con la
ausencia de formación de numerosos apicultores cuya pasión y empirismo no
siempre pueden compensar la carencia de conocimientos de orden técnico. De este
modo, se falla en la detección de los primeros síntomas de enfermedades y en la
aplicación de las medidas de bioseguridad apropiadas dentro de las colmenas, y,
desgraciadamente, se impulsa el uso inadecuado de productos terapéuticos.
Frente a esta inquietante situación, y teniendo en
cuenta su mandato de mejorar la sanidad y la protección de los animales en el
mundo y, a la vez, luchar contra la pobreza y el hambre, recientemente, la OIE
reafirmó su compromiso con el sector e integró la mortalidad y las enfermedades
de las abejas como una de las prioridades de su Plan Estratégico 2011-2015. No
obstante, la salud de las abejas no es un tema nuevo para la
OIE (La Organización Mundial de
Sanidad Animal) la primera resolución al respecto fue adoptada en
1947 por los Delegados de los Países Miembros.
Más allá de la muy mediatizada disminución de las
colonias de abejas melíferas durante estos últimos años en América del Norte,
Europa o Japón, la OIE realiza un trabajo de fondo destinado a brindar a los
servicios veterinarios de todo el mundo recomendaciones coherentes y basadas en
fundamentos científicos en cuanto a las enfermedades de las abejas y las
precauciones que se deben tomar para evitar la transmisión transfronteriza.
Es un hecho que la mundialización de dichas enfermedades
se explica, sobre todo, por la falta de control por parte de los servicios
públicos de los intercambios transfronterizos de los genitores, el material
genético o los productos derivados de la agricultura. Resulta primordial
recordar que, en general, la mortalidad de las abejas se debe a las
enfermedades habituales, entre ellas, las 6 principales infestaciones de la
Lista de la OIE causadas por:
Acarapis woodi, Paenibacillus larvae, Melissococcus
plutonius, Aethina tumida, Tropilaelaps
spp y Varroa spp.
El ácaro Varroa, pequeño artrópodo
responsables de la varroasis, ya ha invadido casi todo el planeta y provoca,
solo o asociado a otros factores de origen viral o químico, daños considerables
en las abejas a escala mundial.
Por lo tanto, se han elaborado normas sanitarias
internacionales relativas a estas enfermedades, democráticamente adoptadas por
los 178 Países Miembros. En particular, este trabajo permite establecer
certificaciones oficiales que aporten garantías confiables para los intercambios
comerciales de genitores, material genético o productos de la apicultura.
Asimismo, la OIE promueve un refuerzo de las
capacidades de los Servicios Veterinarios nacionales, con el fin de mejorar la
calidad de la vigilancia de las colmenas y las observaciones realizadas en el
terreno. Con esta perspectiva, todos los años, se organizan talleres de
formación y la red de expertos de la Organización se pone a disposición de los
Países Miembros interesados.
La notificación de los eventos sanitarios por parte
de los Países Miembros de la OIE es una obligación estatutaria. La
transparencia de la información sanitaria es una condición primordial para la
gestión de las enfermedades debido al mayor riesgo de propagación de las
enfermedades resultado de la trashumancia de las colonias, el comercio regional
e internacional de las abejas vivas, el material genético y apícola y los
productos de la colmena.
El comercio de reproductores o huevos por internet
y por remesa constituye un poderoso factor de mundialización de las
enfermedades de las abejas.
Cabe destacar la contribución de la OIE a la
difusión mundial de la información técnica y científica gracias a sus
publicaciones consultables en línea, de forma gratuita.
La preservación de la salud de las abejas, ya sean
de cría o salvajes, forma parte de la buena gestión del medioambiente, la
seguridad alimentaria y la valorización de la agricultura mundial. Dejar este
aspecto de lado y transformarse en mero testigo de la disminución de las
poblaciones de abejas en nuestro planeta traería graves consecuencias, tanto
medioambientales, como agronómicas y económicas.
La armonización de la gestión sanitaria de las
abejas merece toda la atención por parte de la comunidad internacional, puesto
que preservar las abejas es preservar nuestro futuro.
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