21/8/16

PROTEGER A LAS ABEJAS PRESERVAR NUESTRO FUTURO



 En todas las regiones del mundo, la apicultura forma parte integral de la agricultura, ya sea como actividad principal o complementaria. A menudo, se practica a pequeña escala y constituye un modo de producción tradicional en numerosos países. El tamaño de las empresas apícolas depende del contexto socioeconómico: en ciertos países, bastan veinte colonias de abejas para la subsistencia de una familia completa, mientras que, en otros, una sola empresa puede contar hasta con 2.000 colmenas.

La miel y la jalea real son un ejemplo de alimentos de gran valor, fruto de las actividades melíferas. Además, las abejas tienen una función preponderante en el equilibrio de los ecosistemas, puesto que son las principales polinizadoras de las plantas, tanto silvestres como cultivadas, y facilitan así su perennidad y la biodiversidad. Gracias a las abejas, el hombre obtiene cosechas abundantes de frutas y verduras, lo que contribuye a la seguridad alimentaria mundial. 
  
La desaparición de este polinizador clave, ya sean de cría o salvajes, representaría un desastre en términos biológicos, agronómicos, medioambientales y económicos. Preservar la buena salud de estas poblaciones de insectos polinizadores, que agrupa más de 17.000 especies referenciadas, constituye un desafío sanitario crucial que merece toda la atención de la comunidad mundial. 
  
Es muy difícil diagnosticar y controlar las enfermedades de las abejas melíferas que viven únicamente como colonias altamente socializadas. Las observaciones clínicas y de diagnóstico son aún más determinantes en este campo que para otras especies del reino animal. 
  
A pesar de enfrentarse a grandes dificultades, se observa que, pese a la función esencial de las abejas, se presta menos atención a la apicultura que a otros sectores de la producción animal. 


De hecho, la evolución de las prácticas agrícolas tiene grandes consecuencias sobre las poblaciones de abejas e insectos polinizadores silvestres. En casi todos los casos, las enfermedades de las abejas son elementos agravantes de otros factores que contribuyen a la destrucción de las colonias, como el uso no responsable de los pesticidas.
El incremento de las superficies cultivadas por polinizar intensifica el recurso a la apicultura migratoria, lo que agrava las dificultades de control de las enfermedades y favorece la transmisión de enfermedades entre las colonias. Por su parte, el desarrollo de monocultivos genera un empobrecimiento de las especies vegetales cultivadas y, por lo tanto, de los nutrientes disponibles para las colonias. La contaminación medioambiental, de todo tipo, también constituye una fuente de intoxicación para las abejas y de debilitación de las colonias. 

Esta situación se asocia con una falta de interés de las empresas farmacéuticas, un arsenal terapéutico limitado, y con la ausencia de formación de numerosos apicultores cuya pasión y empirismo no siempre pueden compensar la carencia de conocimientos de orden técnico. De este modo, se falla en la detección de los primeros síntomas de enfermedades y en la aplicación de las medidas de bioseguridad apropiadas dentro de las colmenas, y, desgraciadamente, se impulsa el uso inadecuado de productos terapéuticos. 
  
Frente a esta inquietante situación, y teniendo en cuenta su mandato de mejorar la sanidad y la protección de los animales en el mundo y, a la vez, luchar contra la pobreza y el hambre, recientemente, la OIE reafirmó su compromiso con el sector e integró la mortalidad y las enfermedades de las abejas como una de las prioridades de su Plan Estratégico 2011-2015. No obstante, la salud de las abejas no es un tema nuevo para la
OIE (La Organización Mundial de Sanidad Animal) la primera resolución al respecto fue adoptada en 1947 por los Delegados de los Países Miembros. 
  
Más allá de la muy mediatizada disminución de las colonias de abejas melíferas durante estos últimos años en América del Norte, Europa o Japón, la OIE realiza un trabajo de fondo destinado a brindar a los servicios veterinarios de todo el mundo recomendaciones coherentes y basadas en fundamentos científicos en cuanto a las enfermedades de las abejas y las precauciones que se deben tomar para evitar la transmisión transfronteriza.  

Es un hecho que la mundialización de dichas enfermedades se explica, sobre todo, por la falta de control por parte de los servicios públicos de los intercambios transfronterizos de los genitores, el material genético o los productos derivados de la agricultura. Resulta primordial recordar que, en general, la mortalidad de las abejas se debe a las enfermedades habituales, entre ellas, las 6 principales infestaciones de la Lista de la OIE causadas por:
Acarapis woodiPaenibacillus larvae, Melissococcus  plutoniusAethina tumidaTropilaelaps  spp y Varroa spp.

El ácaro Varroa, pequeño artrópodo responsables de la varroasis, ya ha invadido casi todo el planeta y provoca, solo o asociado a otros factores de origen viral o químico, daños considerables en las abejas a escala mundial. 
  
Por lo tanto, se han elaborado normas sanitarias internacionales relativas a estas enfermedades, democráticamente adoptadas por los 178 Países Miembros. En particular, este trabajo permite establecer certificaciones oficiales que aporten garantías confiables para los intercambios comerciales de genitores, material genético o productos de la apicultura. 
  
Asimismo, la OIE promueve un refuerzo de las capacidades de los Servicios Veterinarios nacionales, con el fin de mejorar la calidad de la vigilancia de las colmenas y las observaciones realizadas en el terreno. Con esta perspectiva, todos los años, se organizan talleres de formación y la red de expertos de la Organización se pone a disposición de los Países Miembros interesados. 
  
La notificación de los eventos sanitarios por parte de los Países Miembros de la OIE es una obligación estatutaria. La transparencia de la información sanitaria es una condición primordial para la gestión de las enfermedades debido al mayor riesgo de propagación de las enfermedades resultado de la trashumancia de las colonias, el comercio regional e internacional de las abejas vivas, el material genético y apícola y los productos de la colmena.
El comercio de reproductores o huevos por internet y por remesa constituye un poderoso factor de mundialización de las enfermedades de las abejas. 

Cabe destacar la contribución de la OIE a la difusión mundial de la información técnica y científica gracias a sus publicaciones consultables en línea, de forma gratuita. 
  
La preservación de la salud de las abejas, ya sean de cría o salvajes, forma parte de la buena gestión del medioambiente, la seguridad alimentaria y la valorización de la agricultura mundial. Dejar este aspecto de lado y transformarse en mero testigo de la disminución de las poblaciones de abejas en nuestro planeta traería graves consecuencias, tanto medioambientales, como agronómicas y económicas.

La armonización de la gestión sanitaria de las abejas merece toda la atención por parte de la comunidad internacional, puesto que preservar las abejas es preservar nuestro futuro.

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